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lunes, 15 de mayo de 2017

De Chamberí a la Facultad de Medicina (UCM)

Alejandro del Río, aquel chico siempre risueño, siempre de broma, siempre con una gran sonrisa...y en ocasiones algo preocupado por si su media le iba a dar para estudiar medicina, ha vuelto al colegio. De profesor, con su padre, nuestro admirado y querido Dr. del Río. Juntos dieron una gran clase de primeros auxilios a los alumnos de Cultura Científica de 1º Bachillerato. Creo que una clase así debería ser obligatoria en todos los colegios y para todos los itinerarios. Tener conocimientos para saber lo que hay que hacer en un momento de peligro, hasta incluso poder llegar a salvar una vida, debería formar parte de la cultura de todos los alumnos.

Cuando vi allí a Alejandro, dando esa importante clase con tanta soltura y conocimiento, me sentí muy orgullosa de él. Y como se que es un chico que tiene muchos amigos, y una aptitud especial para la comunicación y las relaciones sociales, le pedí que escribiera su experiencia al entrar en Medicina. Esa facultad que es el sueño de muchos de vosotros y por el que luchamos juntos con ahínco, poniendo como objetivo conseguir los conocimientos que os permitan alcanzar la alta media que se pide para entrar en esta carrera.



De Chamberí a la universidad por Alejandro del Río

Desde primero de bachillerato uno empieza a tener ganas de terminar el colegio y empezar la universidad.  Es un paso que te llama mucho la atención, y algo que quieres que llegue. Quieres cambiar de aires, de gente, de profesores, de temario… Pero una vez llegado e instalado en tu nueva vida, hay muchos momentos en los que echas de menos tu antigua rutina.


Yo, personalmente, considero que la carrera y la vida universitaria es una de las mejores épocas de la vida. Pero echando la vista atrás, también he de agradecer las bases con las que aterricé en esta nueva etapa. Desde el punto de vista académico, y para la carrera que estoy estudiando, creo que mis compañeros y yo recibimos una educación que nos permitió abrirnos las puertas. 
En aquel momento, pensé que ciertos profesores y ciertos exámenes eran demasiado rígidos y que no era necesario exigir tanto, pero a día de hoy, me doy cuenta de que gracias a ello he conseguido un ritmo de estudio que me permite llevar bien la carrera y no se me hace duro llevar una rutina de estudio diaria. Creo que merece más la pena escuchar a los profesores de lo que pensamos en esos últimos cursos, y ahora, tres años después, uno se sigue acordando de ciertos consejos y ciertas formas de estudio que nos inculcaron y que sigues aplicando, porque sigues encontrándolos útiles. 
Lo que más agradezco desde mi punto de vista, es el hecho de haber aprendido a trabajar solo, buscarme yo la manera de conseguir el objetivo, y ser yo quien me abra las puertas, sin que me den las cosas regaladas.

Hablando de lo personal, pasado el tiempo uno recuerda el ambiente de confianza con los profesores. No con todos, porque como es normal uno encuentra sus más y sus menos, pero sí que es cierto que hay momentos en los que echas de menos un profesor que actúe de manera cercana, y te ayude a enfocar la asignatura, y que se comporte como un orientador. En la universidad, como también es normal, es mucho más complicado encontrar alguien así. Agradezco que ciertos profesores se hayan comportado no solo como tal, sino también como tutores, “olvidando” momentáneamente el rol de maestro y buscando con interés la manera de ayudar al alumno. No es fácil encontrar colegios en los que haya profesores que se lleguen a involucrar de manera real con los alumnos.

No puedo olvidarme de los compañeros y amigos de clase. Muchas veces desearías que tan solo por un día, volvieras a segundo de bachillerato, ir a clase con los compañeros y profesores de siempre, y vivir un día de colegio normal. Yo llevo en el colegio desde los tres años, y allí siempre encontré un ambiente para de una manera fácil encontrar gente afín a ti y poder entablar una buena amistad. Eso es algo que no se suele mencionar, pero también es importante. Cuando uno empieza la universidad, llega nuevo, a veces se encuentra algo descolocado, y desde mi punto de vista, es fundamental tener unos amigos en los que apoyarse, con quien contar. Y por ello también recuerdo con cariño al colegio, dado que las mayores y más fuertes amistades que conservo a día de hoy, empezaron todas, o casi todas en el colegio Chamberí.

Considero por tanto, que las bases personales y académicas con las que salí del colegio son excelentes, y me han ayudado mucho más de lo que creo, o creí en su momento, a conseguir mis objetivos, como por ejemplo fue estudiar medicina en la UCM.

Medicina es una carrera que como todos saben, no es fácil. Requiere sacrificio, estar muchas horas delante de un libro, hacer muchas prácticas… Pero tampoco se deja de vivir la vida universitaria. A pesar de todo lo que hay que trabajar, los alumnos de medicina salimos y también sabemos disfrutar de nuestro tiempo libre. En la Complutense la preparación que uno recibe es excelente. Es una facultad en la que el nivel de exigencia es muy alto, pero no es para nada imposible. Es una carrera en la que si se estudia, se aprueba.
Lo que más me gusta a mí de la universidad en la que estoy son las prácticas. Las prácticas están muy bien planteadas en los primeros dos cursos, y a partir del tercer curso, un alumno ya empieza a tener contacto con pacientes reales en el hospital y empieza a poner en práctica todo lo que va aprendiendo. Todas las prácticas que vas haciendo van acorde con el temario que estas estudiando en el momento, lo cual te ayuda mucho a la hora de estudiar y encontrar motivación para ello.


En definitiva creo que el colegio Chamberí ha sido una gran ayuda para formarme como persona y como estudiante. Creo que en el momento no nos damos cuenta, pero más tarde piensas que deberías haber hecho más caso y prestado más atención a lo que decían los pofesores.
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