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lunes, 8 de febrero de 2016

Querido Hno. Victorino

El Hno Victorino se ha ido. El sábado 26 de diciembre recibí un mensaje avisándome de su fallecimiento. Me quedé sin habla. Yo sabía que estaba enfermo desde hacía algunos años, pero no esperaba este desenlace tan rápido. Nos escribíamos a menudo y la última vez, aunque yo entonces no sabía que sería la última, quedamos para vernos algún día por Chamberí.

El H.Victorino ha dejado una gran huella en mí, y me consta que en muchas otras personas.

El H. Victorino fue la persona que me contrató como profesora en el Colegio Maristas Chamberí, allá por 1987. Desde la primera vez que le vi me inspiró un gran respeto, cargado de afabilidad y cercanía. He conocido a muy pocas personas, se podrían contar con los dedos de una mano, cuya sola presencia crea paz a su alrededor; personas capaces de discrepar contigo, incluso de llamarte la atención sobre algo concreto, sin levantar la voz, sin un mal gesto y sin un reproche. Esa es su grandeza, su enorme dignidad avalada por una forma de hacer y por una coherencia vital difícil de encontrar. Personas, como el H. Victorino y como mi propio padre, cuya palabra te hacía comprender y aceptar su posición con un convencimiento total.

Recuerdo especialmente dos cosas, una las conversaciones en su despacho, donde creo que aprendí y me empapé del sentido y el objetivo principal de un educador. Dar alas a los chicos en forma de conocimientos, actitudes,valores...desarrollo y libertad de pensamiento y educación de la voluntad. Nunca cerrarles el camino con una actitud permisiva, más cómoda pero en el fondo irresponsable profesionalmente hablando, ya que solo les conducirá al fracaso una vez traspasadas las puertas protectoras del colegio y de su casa.

La otra cosa que recuerdo son aquellas serias reuniones de evaluación de final de curso a las que asistía el inspector de educación. Con qué maestría sabía el H. Victorino llevar esas reuniones eliminando las tensiones momentáneas que en ocasiones surgían,  fomentando el diálogo y la empatía entre todos nosotros. El final de esas reuniones siempre era un apetitivo que él encargaba que nos trajeran a la sala. Y así, con su talante durante la evaluación y el ambiente distendido que sabía crear con ese aperitivo final, conseguía que todos nos fuéramos de allí con una sonrisa.

Gracias H. Victorino, yo no hice el CAP ni ningún Master de profesorado, entonces no era necesario ni obligatorio, pero el contacto contigo día a día mientras trataba de aprender esta difícil profesión, fue el mejor aprendizaje que pude haber tenido.

Te recordaré siempre con cariño y admiración, a ti y a tus enseñanzas.

Carmen


El Hno. Victorino con el Hno. Evelio

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